jueves, 1 de noviembre de 2007

Ese olor entremezclado de la lluvia, olor a ciudad, olor a frío.
Con callejuelas estrechas esperando ser admiradas.
Edificios modernos, alzados como gigantes de hielo en un mundo de fuego.
Y en medio de todo ese pandemónium de elementos, había dos personas.
Con en sabor de sus besos. Con la caricia de sus manos.
¿Sería eso, algo posible de describir?
En medio del gentío, en medio del mundo entero.
En una ciudad cualquiera.
Sin prisas, dejando que sus besos dejaran que el tiempo fuera sólo tiempo. Dejando que los hilos de sus pensamientos fueran a parar al otro. Dejando que nada les importe, porque sólo son ellos los que importan.

2 comentarios:

Alberto Chilet Rumí dijo...

Muy bonito. Lo importante en cuando estas con personas a las que quieres es lo que sienten ellas lo que sientes tu hacia ellas y no las circunstancias que rodean la escena. Veo que sigues mejorando cada vez más en tu forma de escribir. Muchas gracias por acordarte siempre de mí. Que sepas que te leo muy a menudo aunque no no te comente tanto como debería, porque tengo menos tiempo del que quisiera. Espero que estes bien y te vaya todo genial. bEsOs!

Anónimo dijo...

Veo que mi primo ha pasado por aquí hace poco. Debe ser cosa de familia recurrir a tu blog a estas horas de la noche.
No hay nada como un beso, de los de verdad. Un beso en invierno, con frío, en un banco... bueno paro ya que me pongo demasiado tontorrón y añoro muchas cosas. Un abrazo María.