sábado, 27 de octubre de 2007

Una historia diferente.

Hacía frío, tenía ganas de llegar a mi casa y ver a mi familia, encender la televisión y la estufa. Cenar y dormir.
Aún quedaban diez minutos para todo eso.
Llegué a un paso de cebra, estaba en rojo, miré a la derecha y no venía ningún coche, miré a la izquierda y tampoco.
Decidí curzar y cuando iba por la mitad sentí un fuerte golpe en mi cadera. Durante un segundo todo pareció no existir, sentí un fortísimo golpe en mi cabeza, la cadera ya no la sentía apenas ¿Qué había pasado? ¿Me había atropellado un coche? Era imposible. Y aún así era lo que había pasado. Fui despedida unos metros más adelante, con la pierna sobre la acera, con el resto del cuerpo en la carretera. Me sentí muy débil. No pasaron ni diez segundos antes de oír a gente gritando y corriendo hacia mí.
Unos daban por hecho que yo ya estaba muerta, otros llamaban a la policía y al SAMU. Tenía los ojos entreabiertos y vi varias caras, todas desconocidas.
Me dolía la cabeza.
Un hombre a unos metros de mí gritaba continuamente que era una irresponsable.
Del resto, sólo sentía sus ojos clavados en mi cuerpo inmóvil. No tenía fuerza ni para hablar ni para incorporarme.
Se oyó un grito a lo lejos. Era mi nieto.
Mi nieto llegó hacia a mí, vi su rostro, estaba llorando. Me intentó coger, pero se lo llevaron; hubiera querido abrazarle y decirle que no estuviera triste, pero no podía.
Se escuchó una sirena. Segundos después un policía ponía gasas sobre mi cabeza. Mandaron alejarse a las personas que observaban desde la acera ¿Cuánta gente habría ya?
Se escuchó otra sirena, y antes de que pudiera darme cuenta cinco rostros aparecieron en mi campo de visión, y empezaron a trabajar. Sentí una especie de sopor que me obligaba a cerrar los ojos, pero no quería dormirme.
Escuché un grito a lo lejos, era mi hija, no dejaba de repetir "mamá, mamá", me sentí mal por ella, no quería hacerla sufrir. Lentamente sus gritos fueron desapareciendo hasta extinguirse por completo.
Me costaba respirar, y mucho. Algo me tapó la boca. Sentí los pitidos de una máquina no muy lejos de mí. Esas cinco personas estaban completamente entregadas a su labor, no hablaban, simplemente trabajaban.
Sentí un sopor mucho mayor, me dolía la cabeza, y ya no sentía la cadera. Lentamente las nubes blancas del cielo perdieron incluso ese color, lentamente los sonidos fueron disipandose hasta convertirse en un silencio total. Lentamente dejé de ver esos cinco rostros que luchaban por mi vida.
Lentamente todo acabó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado. He leído este relato con una velocidad pasmosa, pegado a mi silla y atento al monitor. El tiempo pasa y tú cada vez eres más madura escribiendo, tienes un talento que asusta. Un abrazo fuerte.

Andybel dijo...

.-¡Dios, buena prosa descriptiva!
.-Haces un relato hiperrealista de un atropello de tráfico con las sensaciones que siente en ese momento la víctima.
.-Yo digo que esta anotación o post tuyo hacer sentir empatía al que lo lee, porque realmente se puede sentir el dolor y el apagón de morir...
.-Saludos, Andybel.