martes, 16 de octubre de 2007

Rutina, rutina, rutina, simple rutina.

Biiiiiiip-Biiiiiiiiiiiiiiiip-Biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip

Abro los ojos y refunfuño, porque el despertador me ha despertado de mi sueño. Lo apago y vuelvo a dormirme bajo el calor del edredón nordico.

Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinggggggggggggg-Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinggggggggggggggggggg

Blasfemo, y apago el segundo despertador. Sí, necesito dos despertadores, si no, no me levanto. Así de simple.
Voy al baño a lavarme la cara. En el espejo veo el reflejo de una cara blanca como la de un fantasma. Bien, normal. Pero esos remolinos en el pelo no son tan normales..., por no hablar de esos ojos azules semi-cerrados, de expresión aún ausente.
Mi cara por las mañanas, es, sin duda, de un horror indescriptible.
Voy a desayunar. Chasqueo la lengua, no hay nada "que merezca la pena a las siete de la mañana". Así que me conformo con esos cereales de chocolate que parecen gusanos flotando en la leche fría.
Cuando me doy cuenta, aún con los ojos semi-cerrados y la primera cucharada de cereales en la boca...ya son las ocho menos cuarto.
Vale, empezamos con las prisas. Apuro el desayuno.
Y vuelvo a la habitación con intención de vestirme, he dicho con intención....¿Qué me encuentro? Todo en el cesto de la ropa sucia...Me encojo de hombros, no son horas de pelearme con migo misma por qué llevo o qué no llevo, a mí eso me trae sin cuidado. Así que me pongo algo cualquiera, procurando darme cuenta de si he vuelto a crecer (por si no me vale la ropa)...Sí, sí, quienquiera que lea esto debe saber que crezco tanto que un día me voy a levantar midiendo dos metros, cosas más raras se han visto...
Ocho en punto, vestida, repaso la mochila, por mucha angustia que me dé el hacerlo tres veces por si se me olvidan esas gafas que ya están sin graduar desde hace medio año, esa calculadora que me deja tirada en los exámenes o la libreta de lengua, con los deberes del día anterior apuntados y sin hacer, pero que estaban demasiado escondidos para darme cuenta...Después de repasarlo todo me siento en la cama, justo cuando el primer despertador vuelve a sonar (pequeño fallo técnico sin importancia...).
Veo rápidamente las noticias en la televisión, terrorismo, gente con casas inundadas...nada nuevo. Cuando miro mi reloj...¡Oh! 8:27...Salgo de casa sin despedirme de nadie con mi muletilla de siempre "¡Ya no llego, ya no llego!". Ni enciendo la luz del portal, bajo los dos pisos a tientas, como si me caigo por las escaleras y me parto la nuca...lo importante en ese momento es llegar al instituto...
Voy a zancadas por la calle, ante la mirada de desconcierto de los novatos de 1º. Por lo menos este año no soy objeto de burlas. A ver quién se mete con una de metro ochenta, por muchos catorce años que tenga...
Llego al cruce, ese cruce que un día se va a llevar mi vida...sí, todos los días están a punto de atropellarme, por una vez no es culpa mía, sino de la gente de los coches, van a toda prisa...¡haber madrugado más!
Llego al otro cruce, cinco malditos minutos esperando, y sólo diez segundos para pasar...Llego a la verja, ante el nerviosismo que supone para mí ser observada como cualquier otra persona, pero aún después de cuatro años en ese lugar...preferiría pasar desapercibida.
Allí está mi compañera, siempre con su pregunta..."¿subimos ya?" y yo con mi respuesta de siempre "sí, vamos ya"...Conversaciones banales e insustanciales en lo que cruzamos todo el instituto hasta llegar a la clase más alejada de todas al fondo del pasillo más intrincado: Nuestra clase. Fuera ya están los chicos, riendose de todo el mundo, cómo no...y también está el chico nuevo, otro igual, otro caso perdido.
Entro en clase, con un "buenos días", al ver que el resto de mis compañeras están en nuestro lugar de la ventana...Más conversaciones banales, y más y más (¿se nota que no me gustan las conversaciones banales?). Un largo "jooo" cando viene el profesor.
Tres horas.
Recreo. Más conversaciones banales...¿nunca se acabarán?
Otras tres horas.
Vuelvo a casa otra vez a zancadas. Como en veinte minutos, preparo la otra mochila...Y salgo corriendo de casa pensando "¿llegaré a tiempo?".
Sí, llego a tiempo, espero exactamente cuatro minutos hasta que llega el bus. Rodeada exactamente de la misma gente que el día anterior.
Llega el bus, digo "buenas tardes" mientras lucho con la tarjeta que nunca pasa a la primera...
Me siento en donde puedo y saco mi libro, empiezo a leer mientras noto miradas de todo el mundo expresando la misma pregunta "¿está leyendo? ¡qué friki!"...En el posible caso de que no haya sitio, me dedico a contemplar mis pies y el suelo del autobús, no me gusta mirar a la gente en el autobús, me parece un espacio demasiado reducido y una mirada es algo incómoda, sobre todo con gente que va en el bus a esas horas (sí, me incluyo...).
Llego a la parada. Zona universitaria.
Suspiro con resignación. Y pensar que algún día tendré que ir a cualquiera de esas facultades...
Aparto pensamientos así de mi cabeza, voy otra vez a zancadas hasta el edificio verde...Llego. La Escuela Oficial de Idiomas.
Suspiro mientras entro. En ese momento es cuando de verdad me siento sola en medio de ese persistente olor a café, entre tantos adolescentes riendo y bromeando...Mientras yo simulo ir con prisa para no tener que mirar sus rostros felices. En efecto yo estoy sola en ese lugar, como en tantos otros...
Espero mientras contemplo otra vez mis pies...A las cuatro en punto se abre la puerta, espero a que salgan todos, y mientras tanto...Llega ese chico de mi clase. Aún recuerdo que la semana pasada por la calle me ignoró apartando la vista. Bien, ahora simula una amable sonrisa y me dice un escueto "Hola". Le respondo con más alegría de la que creo tener.
Entramos en clase. Silencio. Silencio. Silencio (¿se nota que odio los silencios incómodos?). Voy a abrir la ventana. "¿Te importa que abra la ventana?"-digo. "No"-dice él.
Absurdo total. Si le hubiera importado me lo hubiera dicho antes...Voy a mi sitio negando total conversación con nadie (lo que daría yo por una conversación de las de verdad...). Me pongo a leer de mi libro. Llega otro y otra, y otro y otra (todos son adultos excepto yo y el chico).
Entra la profesora "Bonjour"- dice. "Bonjour"- respondemos. "Ça va bien?" -pregunta. "Oui. Ça va bien" -respondemos.
Una hora cortísima, quizá lo mejor de todo el día.
Salgo a trompicones de la clase diciendo un escueto "Au revoir" o "A demain". Quiero abandonar ese lugar interesante, pero con tantas conversaciones ,menos la mía, porque no tengo...
Bajo en bus, el primer día que bajo en bus, esta vez quiero llegar pronto...
Llego a mi casa. Suspiro varias veces y cojo mi carpeta.
Salgo con un escueto "Marcho a estudiar, volveré a las nueve". En la esquina de mi casa me encuentro con un hombre de los que dan miedo con solo verlo...tiene un ojo vendado y me mira de arriba a abajo, no me gustaría saber lo que está pensando. Otra vez voy a zancadas, quizá porque ese hombre me da mala espina, o quizá porque quiero ver si esas tres horas estudiando me servirán de algo.
Encuentro un sitio de milagro.
Estudio, estudio, estudio sin descanso. Porque si descanso ya no estudio...
Al final llego a casa no a las nueve, sino a las nueve menos cuarto (hice trampa, sí), sabiendo que de dos temas que tenía que haber estudiado solo sé la mitad de uno. Necesito más horas...
Me pongo a hacer los deberes. Veo un capítulo antiguo de "Aquí no hay quién viva" (para aliviar tensiones) y hago la mochila para el día siguiente.
Me aburro mientras pienso que debería estar estudiando más, pero...No hay ánimo.
Después de cenar me conecto, poca cosa, cada vez menos actualizaciones...
Y finalmente me paso escribiendo un rollo larguísimo que nadie leerá, eso sí, para perder más y más horas de sueño. ¿He dicho que duermo sólo seis horas?. Exacto, y no tomo café...
Estrés puro y duro. Necesito motivación ¿Alguien se anima a darme motivos para seguir con esta rutina insoportable?

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