miércoles, 5 de septiembre de 2007

Try so hard to say goodbye III

Llevaba horas tumbado sobre la arena, con la vista clavada en el cielo. El sol no le deslumbraba, ya se estaba poniendo; se incorporó y contempló el crepúsculo, como hacía siempre.
-El fin de otro día -susurró.
Inundó sus pulmones del aire salado, y miró hacia el mar. Portador de sus sueños.
La playa estaba completamente desierta; en ocasiones, en momentos así le gustaba gritar, expulsar todo lo bueno y lo malo, expulsar de sí todas sus preocupaciones y pensamientos. Liberándose una vez más. Pero esa vez no lo hizo, quizá se había quedado mudo ante la belleza del crepúsculo, o simplemente disfrutando del oscuro mar, del sonido de las olas, el tacto de la arena, la frescura del aire...
Suspiró.
Se puso de pie y comenzó a caminar en la orilla, sintiendo cómo las aguas del mar Cantábrico se deslizaban y mojaban sus pies.
Estaba oscureciendo, y aún así pudo ver una figura a lo lejos.
Se acercó, para ver quién era esa persona que miraba el mar sentada sobre la arena que estaba ya al alcance del agua.
Cuando llegó a su lado, ella no se inmutó; estaba sentada abrazando sus rodillas, y la suave brisa movía su pelo y la falda de su vestido blanco.
-¿Puedo sentarme? -preguntó.
La chica por fin le miró, pero no sonrió, aunque encontró en sus ojos la sonrisa que su rostro no expresaba.
-Adelante.
Nada más sentarse el agua mojó sus pies y sus pantalones. Miró a esa extraña mujer, probablemente tendría su edad, aunque su rostro no mostraba otra cosa que no fuera determinación.
-¿Por qué estás aquí, mojándote? -preguntó sin pensar.
-Hay veces, que necesito sentir el agua del mar, despertándome de alguna manera...
Aunque su respuesta le confundió sintió que la entendía perfectamente.
-¿Despertándote de qué?
Ella le miró sonriendo amargamente.
-De una larga e interminable pesadilla.
-¿Te preocupa algo? -le preguntó intentando adivinar en su rostro la preocupación que la tenía allí quieta, como una estatua.
-Quizá, o quizá no. Puede que sólo nos preocupe lo que realmente no tiene importancia ¿no crees?
-Es posible. -dijo.
-Verás, yo sé lo que piensas, aún sin conocerte ni conocerme tú a mí. Te extraña que en este mundo de prisas, una persona como yo esté aquí, completamente sola, mirando al mar.
-Bueno...
-No, -le cortó- en cierto modo lo piensas, pero ¿alguna vez te has parado a pensar quién mira realmente hacia el mar? Quiero decir, no creo que nadie que hace horas estuviera allí, en el paseo marítimo, mirara hacia el mar de la misma manera que yo, o que tú en este momento.
La miró con entendimiento, tenía mucha razón, nadie se fija en detalles ínfimos como creen que son el mar tal y como estaba en ese momento.
Ella sonrió, y esa vez de verdad. Se levantó lentamente. Él se quedó mirándola.
-Sé que no me conoces, pero te daré un consejo: mira el mar como en este momento está todas las veces que puedas, porque cuando menos te lo esperes ya no podrás.
-¿Por qué? -preguntó. Con esa pregunta decía millones de cosas a la vez, por qué se marchaba, por qué dejaba en el aire ese valioso consejo...
-Piénsalo, aún tienes mucho tiempo. Más del que tú crees.
Ella se dio la vuelta y comenzó a caminar.
-¿Puedo preguntarte cómo te llamas?
-Mi nombre ya no importa -dijo volviendo a mirarle.
-¿Podré verte alguna vez?
-No -su rostro se volvió de nuevo, determinativo- mañana cruzaré las puertas de un hospital para no volver a salir nunca más -giró la vista hacia el mar- esta es la última vez que veré el crepúsculo, que veré el mar, y que veré a una persona que sepa escuchar de verdad.
-Pero...
-Gracias -cortó- seas quien seas, gracias por saber escuchar. Hoy en día no hay demasiada gente así.
Él no trató de impedirselo, pero la vio alejarse por la orilla del mar, mientras su vestido ondeaba al son del viento, la contempló hasta que se convirtió tan sólo en un punto blanco, hasta que desapareció, para siempre.

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