-Una tarde totalmente agotadora ¿verdad? -le dijo él.
-Sí...quizá sea hora de irnos ya a casa -le dijo ella, embelesada una vez más por sus ojos verdes.
-Hey, chicos ¿os hace ir a la playa? -dijo uno de sus amigos, totalmente ajeno a sus pensamientos.
-¿Vamos? -le preguntó en un susurro.
Ella no pudo evitar sonreirle, por muy alejado que estuviera él de sus sentimientos seguía siendo una buena compañía.
-Vamos.
Caminaron junto a sus amigos hasta llegar al paseo marítimo, el sol se estaba poniendo ya. Poca gente contemplaba el mar y una tímida luna que eclipsaba con su belleza.
-¿Bajamos a la arena? -dijo una vez que sus amigos se despedían y desaparecían por las calles.
Asintió mudamente. Se sentaron cerca de un muro de piedra.
-Tengo frío.
Él le cogió la mano. Quizá pasaron segundos, minutos, horas, hasta que ese silencio se rompió.
-¿Puedo besarte? -le dijo él.
-Si -dijo ella en un tono casi inaudible.
Y con el calor de sus manos, y de su beso, la noche cayó sobre ellos; y cuando se tumbaron en la arena abrazados, ella habló.
-Te quiero.
viernes, 7 de septiembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Una pena que historias como las que yo escribo no ocurran de verdad ¿eh? ...
Publicar un comentario